Entre un candente horno a leña, “mi herramienta de trabajo, mi humilde fogón”, como le llama ella, y ayotes que crecen en su jardín, Sulma hábilmente mueve de palma a palma una masa de maíz rellena: “la hacemos palmeada”, detalla.
En ese acogedor espacio en Longo Maï, su hogar en Costa Rica desde 1982, ha procurado mantener viva la tradición culinaria salvadoreña de la pupusa: “aunque acá es un poco difícil por los ingredientes, yo me las arreglo para poder hacerlas; las hago de ayote con queso, de frijoles con queso, de loroquitos que son muy ricos, también de espinaca con tomate, la vegetariana”, relata.
En su propia casa, fortalece más la tradición compartiendo esos saberes migrantes con la comunidad: “acá enseño cómo se hace la pupusa salvadoreña, y eso ha ayudado un montón a la familia porque así ganamos algo enseñando y uno demuestra un poquito ese saber que tenemos, yo me siento muy satisfecha de poder compartir y poder enseñarle a las demás personas ”.
¿Y por qué mantener la tradición salvadoreña de la pupusa?
Sulma tiene tres fuertes razones:
“En primer lugar por lo ricas que son las pupusas, sería un pecado olvidar de comerlas, ¿verdad?. En segundo lugar porque fue algo que yo aprendí de muy niña. Desde muy pequeña yo molía el maíz en piedra, nada de máquina, en piedra, yo sé muy bien como hacer eso, porque fue algo que me lo enseñaron mis padres desde muy chiquita. Y más que eso porque es algo que se lleva en el corazón”, expresa mientras extiende la invitación a “que un día se den la vueltita por acá para probar esta especialidad, la pupusa salvadoreña, serán bienvenidos, aquí se las hacemos calentitas y con un cafecito”.