JENNIFER SOLIS Y LOS SOPES

Mexicana que vive en Montevideo (Uruguay), Jennifer Solis presentó al concurso “Sabor a Iberoamérica” una receta muy popular en su país, que para ella representa un fuerte vínculo entre “tradición, familia, amistad y unidad”. Los “sopes” (en el sur de México se le conocen como “pellizcadas” o “picadas”) son algo que se prepara en ocasiones especiales, para compartir con varias personas.

Mexicana que vive en Montevideo (Uruguay), Jennifer Solis presentó al concurso “Sabor a Iberoamérica” una receta muy popular en su país, que para ella representa un fuerte vínculo entre “tradición, familia, amistad y unidad”. Los “sopes” (en el sur de México se le conocen como “pellizcadas” o “picadas”) son algo que se prepara en ocasiones especiales, para compartir con varias personas.

“Es una comida que se hace en conjunto, siempre habrá lugar en la cocina para ayudar a hacerlos, ya que varias manos hacen más sopes y más rápido, por tanto se invitan a amigos y conocidos a ayudar en la preparación de los ingredientes, sea haciendo la masa, picando la cebolla, preparando la salsa o haciendo los frijoles refritos”, comenta Jennifer. “Los sopes siempre formarán parte de nuestro repertorio gastronómico, no solo como un platillo de nuestra dieta, sino también como un símbolo de convivencia que llevaremos con orgullo a cada mesa que se sienta curiosa por probar algo muy mexicano.”

La historia de la receta, por Jennifer Solis

En la mayoría de los hogares mexicanos del centro y sur del país es muy común que se cocinen “sopes” (especialmente en el sur se le conocen como “pellizcadas” o “picadas”), y que la receta sea transmitida a las nuevas generaciones, sobre todo de madres a hijas. Sin embargo, nuestro caso fue diferente y particular, siempre fue común cocinar sopes en un domingo familiar, pero a diferencia de otros hogares, no fue la tradicional transmisión de la receta, pero claro que crecimos viendo la preparación y el desarrollo de los sopes.

Algo básico en la alimentación de los mexicanos desde los primeros asentamientos ha sido el maíz, el cual ha tomado diversas formas, una de ellas los sopes, que se encontraban en el famoso mercado Tlatelolco de la época prehispánica, y aunque no se conoce su origen específico, sí sabemos que formaban parte de la dieta precolombina. Los mismos “Tlatoanis” (incluÍdo Moctezuma) acostumbraban consumirlos, sin embargo, podían encontrarse en ciudades mesoamericanas como en las calzadas de Tenochtitlan, siempre al alcance de todos.

Su riqueza histórica y cultural es tal, que la UNESCO la ha declarado como patrimonio de la humanidad, y aunque el origen está en las culturas prehispánicas mexicanas, la preparación se ha modificado con la influencia de otras cocinas, sobre todo la europea, ya que con la llegada de los españoles se incluyeron ingredientes como la lechuga y el queso a esta preparación.

Estando en México se tiene acceso tan fácil a los “antojitos mexicanos”, lo que muchas veces impide que nos aventuremos a la preparación de estos platillos, así que fue hasta que decidimos migrar (primero a Valparaíso, Chile, y ahora a Montevideo, Uruguay) que descubrimos la necesidad de cocinarlos por cuenta propia, lo que sin duda significó un reto, sobre todo porque tuvimos que poner en práctica lo que recordábamos de aquellos domingos en familia, y ahora se ha convertido en un gusto personal y en la manera de acercarnos al sabor de casa.

Claramente los sopes se pueden consumir en el día a día, sin embargo, cuando se come sólo es muy común comprarlos en los puestos de “antojitos mexicanos”, y es mucho más habitual que sean cocinados en familia, para compartir en una pequeña reunión o en el cumpleaños del abuelo; sobre todo es una tradición que sean cocinados para fiestas patrias (casi todo el mes de septiembre), y también es habitual encontrarlos en las fiestas patronales que se distribuyen por todo el país. Y aunque cada mexicano tienen su preferido (de pollo, carne, o el clásico de frijoles), todos nos reunimos en la mesa para disfrutarlos; así los sopes se convierten en un excelente pretexto para convivir y compartir con los seres queridos.

Quizá para mí, un poco más que para el resto de los migrantes, los sopes signifiquen tanto, ya que alrededor de ellos tengo acumulado una serie de recuerdos. Mi cumpleaños, al ser en septiembre, era celebrado siempre con una “kermés”, en el que mi madre cocinaba lo más mexicano que se le ocurriera, agua de horchata, jamaica y limón, para formar los colores de la bandera, papel picado y rebozos en las mesas, globos de color verde, blanco y rojo, yo vestida con botas y sombrero, y lo que nunca podía faltar eran los antojitos, entre ellos y mis preferidos, los clásicos sopes, bien dorados y con mucha crema.

Claro que preparar sopes, ahora en Montevideo, nos remonta al olor de México en septiembre, con el montón de puestos de antojitos en el Centro de la ciudad, a los mexicanos con el fervor patrio de esas fechas, con la bandera tricolor en la cara, la música ranchera, el mariachi y el tequila. Viniendo de la capital no podemos negar que los sopes saben a México, son la combinación perfecta de los ingredientes básicos de nuestra cocina y de nuestra alimentación, el maíz, los frijoles y la salsa, infalibles en las mesas mexicanas con su mosaico de sabores y colores.

Los sopes son una comida popular en muchos hogares mexicanos, y aunque los ingredientes son baratos, la preparación es considerablemente laboriosa, lo que significó un nicho de mercado para las empresas que ahora los venden precocidos, empaquetados y congelados. Esto a su vez representa un cambio en las costumbres de las familias, para las que es mucho más práctico comprarlos en estas presentaciones y evitar el trabajo manual de su preparación; perdiéndose también de compartir desde el momento de la preparación de la masa hasta su degustación.

Sumado a esto, la preparación se ha ido modificando con influencias y elementos que fueron llegando a nuestro país, no obstante, la base de los sopes sigue siendo la misma, aunque se han agregado más tipos de ingredientes, como el pollo, el cerdo y ahora que está de moda el vegetarianismo se puede incluir hasta champiñones o espinacas.

Ingredientes

  • Harina de maíz (1 1/2 tazas)
  • Agua tibia (1 1/4 taza)
  • Sal al gusto
  • Aceite vegetal (4 cucharadas)
  • Frijoles refritos (1 taza)
  • Lechuga finamente picada (2 tazas)
  • Crema ácida (1/2 taza)
  • Queso fresco (1/4 taza)Cebolla finamente picada en julianas (1/4 taza)
  • Jitomate (2 piezas)
  • Chile verde (4 piezas)
  • Cebolla (1/4 de pieza)
  • Ajo (1 pieza)
  • Sal al gusto

Procedimiento

Primero coloca la harina de maíz en un recipiente y añade la sal, agrega poco a poco el agua tibia hasta que los ingredientes se integren y se obtenga la consistencia de una masa. Una vez que esté lista es necesario formar bolitas de tamaño mediano; coloca una de estas en la tortillera (previamente plastificada) y presiona suavemente, el resultado debe ser un círculo ligeramente grueso.

Ahora se debe calentar un comal a temperatura media, retira el circulo de masa del plástico de la tortillera y coloca en el comal, después de aproximadamente un minuto voltealo para que se cocine del otro lado, pasado otro minuto, se debe retirar del comal y colocar en una servilleta de tela.

Posteriormente hay que pellizcar, presionando las orillas del círculo de masa con el dedo índice y pulgar. Repetir este procedimiento con el resto de la masa y reservar. Para la salsa es necesario colocar en el mismo comal los jitomates, la cebolla, el ajo y el chile para tatemarlos, una vez que cambie ligeramente su color a negro, hay que llevar todos los ingredientes a una licuadora y añadir la sal, molerlos un poco, sin que la consistencia sea demasiado acuosa.

Regresando a la masa ya cocida, se debe colocar nuevamente un comal en el fuego y agregar las 4 cucharadas de aceite vegetal, una vez caliente colocar los círculos y dejar dorar un poco, después colocar los frijoles, dejar en el fuego un par de minutos más y retirar. Una vez fuera del fuego agregar crema ácida, queso fresco, salsa y lechuga, al gusto.